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El papel de los jóvenes como actores independientes por derecho propio, capaces de definir y convertirse en artífices de su futuro, ha cambiado a lo largo de los años. Al pensar en ello, desde una perspectiva adulta, podríamos echar la vista atrás y reflexionar sobre cómo ha evolucionado el concepto de participación juvenil a lo largo de las décadas transcurridas desde los movimientos de protesta liderados por los estudiantes en la década de 1960 y el primer Verano del Amor. Han cambiado muchas cosas.

El cambio más evidente ha sido el paso de un mundo en el que los niños eran vistos como sujetos naturales del poder de los adultos a ideas más empoderadoras de autonomía, liderazgo y agencia de los jóvenes.

Es también aquí donde entramos en el territorio de la cultura y la voz de los jóvenes, de los derechos y las libertades, e incluso de la rebelión. En esta serie de blogs, Jez Hall analiza la evolución de la participación juvenil.

Las instituciones que forman al niño

Hay dos instituciones fundamentales, estructuradas en gran medida por los adultos, que debemos reconocer. En primer lugar, la familia, con sus jerarquías y roles “naturales”. Donde los padres primero crean a los niños y luego los modelan a su imagen y semejanza. Los nutren, los quieren, los educan bien, con suerte. Pero también se imponen sobre ellos modelándolos a su imagen y semejanza.

La otra gran institución en la vida de los jóvenes es la escuela. La educación se considera, con razón, un camino esencial hacia la independencia, los beneficios económicos y la madurez. Pero podría decirse que hay dos formas fundamentalmente diferentes de pedagogía que informan sobre su funcionamiento. Una, que podría llamarse crudamente el “modelo bancario”, en el que las escuelas llenan a los jóvenes de conocimientos útiles, les hacen practicar para aprobar los exámenes y, por el camino, moldean comportamientos “apropiados para la escuela”.

Por otro lado, en la “Pedagogía del Oprimido“, el famoso pensador brasileño Paolo Freire sostenía que las escuelas debían convertirse en espacios de liberación a través del planteamiento de problemas. El impacto de las ideas freireanas en la educación ha sido profundo, pero no universal. Pocas escuelas enseñan la liberación radical. Sin embargo, los presupuestos participativos podrían reflejar un enfoque más empoderador de la educación. Un proceso de planteamiento de problemas para gastar dinero real, en el que los niños y los jóvenes puedan ejercer su responsabilidad y dar forma a su aprendizaje basándose en los principios de los derechos del niño.

El concepto de escuela empoderada no es nuevo. El Scottish Improvement Hub utiliza un modelo que muestra cómo muchos sectores deben trabajar juntos para mejorar los resultados de los niños y los jóvenes. La educación y el crecimiento van más allá de los profesores. Sin embargo, el progreso hacia una educación liberada y empoderada no siempre es fácil, tal y como señaló Tony Lawson, profesor titular de Educación, en un artículo de 2011:

La política educativa del gobierno ha definido cada vez más los contextos estructurales de la educación, el contenido del plan de estudios y las prácticas de las pedagogías en el aula.

En nuestro próximo blog exploramos cómo han evolucionado ideas similares en la educación informal.