El papel de los jóvenes como actores independientes en su propio derecho, capaces de definir y convertirse en arquitectos de su propio futuro ha cambiado a lo largo de los años. En nuestro blog anterior (https://youthpb.eu/es/noticias/nuevas-direcciones-evolucion-de-la-participacion-de-los-jovenes/) analizamos cómo las instituciones moldean a los niños y si la educación podría evolucionar para ser más empoderadora a través de la resolución de problemas mediante el enfoque del presupuesto participativo. 

En entornos menos formales, hemos visto una evolución similar en el “trabajo juvenil“. Una que empezó en actividades juveniles positivas planteadas desde organizaciones religiosas, pero que en los últimos años ha desarrollado un enfoque basado en los derechos. En esta transición tenemos una deuda importante con la Escalera de Participación, identificada por primera vez por Sherry Arnstein.

En la “escalera de participación” juvenil (Roger Harts, 1992):

Los tres peldaños inferiores, que están etiquetados como manipulación, decoración y participación simbólica, se identifican como “No Participación”.

Los cinco peldaños superiores… representan los niveles de participación más altos y presumiblemente más deseables (Extraído de Cahill y Dadvand, 2018)

Aunque no pretendía ofrecer un mapa de ruta sino más bien estimular el diálogo sobre la posibilidad de una acción dirigida por los jóvenes, estimuló a otros a proponer nuevos modelos. Modelos menos jerárquicos tuvieron en cuenta dominios o “grados de participación“. Vincular la participación con el empoderamiento llevó a otros autores a hablar de “caminos hacia la participación”.

La conceptualización prosigue, con un enfoque cada vez más centrado en los beneficios mutuos tanto para adultos como para jóvenes por medio del control compartido (en lugar de concebir el poder como algo transferido de unos a otros).

Todo ello conduce finalmente hacia un modelo de “participación política pedagógica“, donde el poder de decisión se traspasa progresivamente al control independiente de los jóvenes. El artículo de Cahill sobre la re-conceptualización de la participación juvenil profundiza en todos estos temas.

Quedan preguntas, algunas ya identificadas por Paulo Freire; ¿conduce siempre la participación, como proceso planificado, a mejores resultados? ¿Será la justicia social el resultado inevitable de la participación? ¿Puede el “empoderamiento” de la gente joven mediante su participación reproducir la desigualdad cultural, económica o social existente?

Estas preguntas son relevantes para el proyecto “Youth PB Accelerator”. Creemos que los presupuestos participativos son un enfoque útil para hablar sobre acción, voz y empoderamiento. Pero que cualquier proceso de PP debe basarse en valores, derechos de los jóvenes y buenas prácticas.

Sin embargo, les guste o no a los adultos, los jóvenes están tomando la iniciativa. De manera formal, con el apoyo de adultos o, a veces, por iniciativa propia.

En nuestros próximos dos blogs sobre la evolución del empoderamiento juvenil, analizaremos una variedad de prácticas, que van desde la democracia directa hasta formas estructuradas de deliberación, y terminaremos esta serie con nuestro último blog enlazando con el presupuesto participativo.